Assassin’s Creed: Valhalla

Valhalla logra ser una mejora comparada a otros títulos de la saga, pero Ubisoft sigue teniendo problemas en los mismos apartados de siempre.

Plataformas: PS4 (Reseñado)/PC/PS5/Xbox One/Series X
Desarrollador: Ubisoft Montreal
Publishers: Ubisoft
Lanzamiento: Noviembre 10/2020
Género: Vikingos pero sin Lagertha

Junto a Watch Dogs: Legion, Valhalla fue uno de los lanzamientos más importantes para Ubisoft en este 2020. No solo porque es una nueva entrega en la saga de Assassin’s Creed, sino porque con la llegada de la PlayStation 5 y Xbox Series X, nos enfrentamos nuevamente a un título transgeneracional. Pese a sus problemas técnicos aún después de un primer parche, la travesía de Eivor se siente refrescante y no solo trae de vuelta elementos clásicos, sino que también representa un paso adelante en la IP.

En términos de historia, como siempre, hay dos componentes a tener en cuenta: lo que sucede en la ‘vida real’ y lo que sucede en la simulación del Animus.

Si bien Layla Hassan ya había tomado algo de relevancia en Odyssey, su papel en Valhalla se expande un poco más y da continuidad a los eventos que vimos al final de ese juego. Como siempre, esta parte de la trama es la que más se demora en ‘entrar’, pero por primera vez en bastante tiempo logra unificar todas esas ideas que parecían estar ‘en el aire’, incluso llegando a tener conexión con el mismo Assassin’s Creed 3.

Por su parte, en la simulación nos ponemos en los pies de Eivor, una ‘Dregnr’ -término acuñado para guerreros masculinos- que lleva tiempo cazando al asesino de sus padres por Noruega. Esa fatal perdida la lleva a buscar venganza y cuando lo logra, no queda nada más que seguir los pasos de Sigurd, su hermano no biológico, que tiene como objetivo la expansión de su clan por todo Inglaterra.

Noruega entonces es una introducción -de al menos unas 6 u 8 horas- y aunque lo sucedido allí es relevante, la mayor parte del tiempo estaremos en tierras británicas. Allí estableceremos un asentamiento bajo el nombre ‘Ravensthorpe’, desde donde nace la idea de forjar alianzas con otros clanes vikingos para forzar la salida del Rey Alfredo.

Esta estructura es interesante, porque aunque en términos generales se resume en hacer una seguidilla de misiones para ganarnos su favor, las historias independientes -arcos, como los llama el juego- de cada reino resultan muy llamativas por lo que proponen y los personajes que las acompañan. Eventualmente, todos se va integrando en una trama mayor que va haciendo participe todo lo que hemos hecho a lo largo del juego.

Dada la herencia RPG de sus predecesores, Valhalla también tiene un componente de decisiones a lo largo del juego que se dividen en dos. Las primeras son las que no afectan el curso de la historia general pero si el desenlace de los arcos, que básicamente se resumen en si podemos reclutar o no cierto personaje, o si vive o muere.

Las segundas, son los “Sigurd Strikes”, y es que a lo largo de la campaña nos enfrentaremos a momentos claves en los que podemos tomar ciertas elecciones que pueden enojar a este personaje. Si tenemos más de tres strikes de un total de cinco, habrá un evento que si afecta el desenlace de Valhalla.

Más allá de esto en entrar en terreno de spoilers, pero hay que señalar que la campaña puede durar más de las 60 horas. De hecho, mi run actual va en 65 y aún no veo la pantalla de créditos. Por otra parte, aunque Valhalla deja escoger si queremos jugar con la versión masculina o femenina de Eivor, se siente que la versión femenina es la canónica.

No solo por el hecho de que el juego empieza con esta versión, sino porque los temas que trata reflejan que esta pudo ser la intención desde el principio -muy en la línea de lo que fue el primer Mass Efect- aunque también puede ser causa de la flojisíma justificación argumental que da el mismo Valhalla.

Ahora bien, una de las grandes promesas de Valhalla giraba en torno a su jugabilidad, especialmente en el combate y sigilo. Ciertamente son elementos que han sido… mejorados, pero a los que no les caería mal una mayor atención al detalle.

Pero antes de ello, es importantes hablar de una de las mejoras más notables en Valhalla: la forma en que se distribuyen las habilidades (skills) y talentos (abilities),

Las habilidades tienen su árbol propio que se distribuye en tres ramas: combate, sigilo y caza (rango), donde básicamente usamos nuestros puntos de experiencia comprando nodos pequeños hasta llegar a uno grande que agrega una habilidad, tal como cambiar de arma en medio del combate, disparar diversas flechas al tiempo, o la capacidad de usar dos armas pesadas en dos manos.

Por su parte, los talentos son técnicas que podemos asignar para ejecutar en medio del combate, como arrojar hachas, disparar flechas de veneno o paralizantes y hasta una patada a lo ‘Esto es Esparta’, con la diferencia de que estos talentos tenemos que aprenderlos de tomos que están dispersos por todo Noruega e Inglaterra, por lo que tenemos que buscar mínimo uno para poder usarlos, y buscar un segundo para perfeccionarlo.

En ese sentido, el combate es mucho más dinámico si lo comparamos con el de Odyssey y preserva el principio de usar los ‘parries’ como principal método de defensa. Aunque las habilidades y talentos que encontramos enriquecen nuestro estilo de pelea, el problema es que estamos en el año 2020 y se sigue sintiendo impreciso. Eivor parece conducirse sola por momentos y eso dificulta ciertos enfrentamientos, especialmente si estamos tratando de eliminar varios oponentes a la vez.

Ciertamente el combate se puede tornar repetitivo por los talentos que podemos usar, y es que aunque hay una amplia variedad, hay algunos que son prácticamente inútiles si queremos centrarnos en la fantasía de sentirnos como una maquina de matar.

Por otra parte, dado que esta vez no hay niveles sino “poder” -vuelve la comparación a Destiny- algunos enemigos pueden ser extremadamente difíciles solo por el hecho de estar un par de cifras por encima, lo cual no motiva a perfeccionar un estilo de combate, sino a subir de “nivel” hasta estar a la par o superarlo.

Finalmente, esta vez las armas y armaduras tienen un valor y ya no son tan desechables como sucedía en Odyssey. No encontraremos tanto equipo como antes, pero si encontramos algo que llame nuestra atención, podemos usar diversos recursos para mejorarlo y fusionarla con runas para aumentar su efectividad en combate o en sigilo.

Sobre este último, es una promesa cumplida a medias… pero cumplida. El sigilo ciertamente vuelve y se convierte en un recurso que tenemos disponible para superar ciertas fases. Dado que no hay una limitación por nivel, prácticamente cualquier oponente puede ser eliminado con la hoja oculta -sean de la campaña u objetivos opcionales-, sin embargo, si hay instancias en las que se siente que el juego está hecho para solo el combate y por ejemplo, hay campamentos en los que aún después de eliminar a la mayoría de enemigos, es necesario llamar a un saqueo para completar la actividad.

Aun así, si hay que decir que es un apartado mucho más competente y satisfactorio que al de su previa entrega, especialmente porque vuelve el sentido ritual al momento de la eliminación, muy en la línea de lo que era el ‘Requiescat in pace’ para Ezio en su trilogía.

Aunque en general Valhalla es un buen título, este no sería un juego de Ubisoft sin la queja de siempre: bugs y desempeño. Desafortunadamente hay múltiples fallas, algunas de ellas extremadamente divertidas, y otras que son extremadamente estresantes… como tener que reiniciar una misión por un personaje que no sale de un bucle de animaciones y no se puede interactuar.

En términos de apariencia y desempeño Valhalla se ve bien, pero es claro que las versiones de PlayStation 5 y Xbox Series X se verán mucho mejor. Aun así, el flujo constante de FPS en PlayStation 4 es mayormente estable… lo malo, es que por sesión el juego crasheaba al menos entre 2 y 3 veces, incluso después de aplicar el primer parche.

Fuera de lo anterior, Valhalla es sin duda un juego más contenido que Odyssey. Sus áreas son extensas, pero las actividades disponibles se sienten más orgánicas y menos fetch quest, de verdad motivan a explorar el mapa para ver qué tipo de rarezas encontraremos.

Si bien la mayor parte del tiempo estaremos con ‘los pies en la tierra’, también hay un componente místico que se explora a través de visiones muy en la forma de lo que fue ‘The Fate of Atlantis’.

Assassin’s Creed Valhalla sin duda llegó pisando fuerte. Su mundo es rico en detalles y se nota que poco a poco mejoran la fórmula para hacer que sean más inmersivos. Su campaña extensa puede ser un arma de doble filo, y es que pese a que cada arco presenta temas muy interesantes, si puede tardar un poco en captar la atención.

Tanto el combate como el sigilo dejan campo para mejora en futuras iteraciones, pero tampoco son elementos deficientes. Pese a todo, si es una lástima estar resignado a que de lanzamiento se presenten tanto problemas técnicos, y peor aún, que no se tomen las medidas para prevenirlos.

Reseña hecha con una copia de Assassin’s Creed: Valhalla para PlayStation 4 provista por Ubisoft Latinoamérica.

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